viernes, 8 de octubre de 2010

Entrega

Tuve que pararme un segundo a coger aire, a organizar las ideas, a observarla desde lejos..., aunque no sé muy bien que pensé en ese momento.
Ella estaba allí sentada, jugueteando con sus cabellos, y yo solo quise apresurarme; acelerar la marcha para encontrarme cuanto antes con su verde mirada. Deseaba fundirme con ella en un abrazo eterno, tenerla entre mis brazos, unir nuestras almas, sentirla mía...
Y con cada paso que daba, el nudo en mi estómago, que llevaba ahí años, se iba deshaciendo.

Su sonrisa, relajada y sincera, destacaba la escena. Yo terminé de acercarme, nervioso e ilusionado.

-"¡Hola! Siéntate. Vamos, cuéntame que tal ha ido todo"

Y a mi me dio un vuelco el corazón.

Había recorrido el mundo entero buscándola, sorteando todos los peligros imaginables, pensando y soñando con ella a cada momento del día y de la noche, y ella me recibió como si nos hubiésemos visto la tarde anterior; con la naturalidad y entrega de antaño.

Ni siquiera me preguntó como la había encontrado.

Entonces supe lo especial que era. Lo especial que había sido siempre.




No tardó en llegar su novio. 
Ella no había estado esperando.

Y no era naturalidad, era distancia.

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